A menudo sucede que el momento en el que la sumisa se encuentra más
indefensa y más sola es en los primeros momentos al iniciar su relación con un
Dominante. Puede parecer paradójico, pero muchas veces, sobre todo cuando es la
primera vez, ocurre que es precisamente
entonces cuando la sumisa tiene la cabeza un lío y puede llegar incluso a
abandonar y olvidar todo aquello que siempre había deseado. En esos momentos se
acumulan las preguntas y los miedos. El miedo a fracasar, el miedo a no estar a
la altura, el pensar que sus límites pueden hacer que él la deje, el no saber
como comportarse o como encajar todos esos sentimientos que llegan de una forma
inesperada. Es algo comprensible una vez que tiene que colocar todo nuevamente
en su vida. La entrega tiene consecuencias y unas de ellas es tener que asumir
una nueva forma de vivir y de convivir con los sentimientos.
En esos momentos lo más importante es no comerse esas preguntas, no asumir
sola esos miedos, esa confusión interior y pedir ayuda, hablar, explicar a otra
persona lo que se siente. Naturalmente hacerlo con su Dueño, porque él tiene
que saber lo que está pasando por la cabeza de su sumisa y porque la entrega
implica también sinceridad y abrirse al Dominante por mucho que cueste. Pero también
con otras sumisas o con algún Dominante amigo, porque todas esas cosas que se
sienten al mismo tiempo y que parecen difíciles de controlar, son sentimientos
que han sido vividos antes por otras personas y compartirlos con ellas que han
pasado por esa experiencia hace que todo vuelva a su sitio y que todo vuelva a
ser normal.
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