miércoles, 9 de mayo de 2012

Castigo y placer



La azoto, fuerte, la fusta marca sus nalgas, su cuerpo recostado con los pechos sobre la mesa se mueve ligeramente con cada azote. Hoy no es un juego, hoy es un castigo, ella sabe que tiene que ser castigada, lo teme y lo desea. Se que le excita sentir mi poder sobre ella y se también que desear expiar su error. Los azotes son secos, rápidos, interminables,  no quiero que disfrute, hoy quiero ver sus lágrimas cayendo por su cara y admirar sus nalgas calientes y marcadas. Su cuerpo se estremece, gime y llora.
Paro de azotarla, mis manos disfrutan de rozar las marcas sobre su piel. Hago que se levante, le explico lentamente en que se ha equivocado, le duele más la reprimenda de unas palabras suaves y firmes, como las que se le dicen a un niño al que se le ha pillado en un renuncio, que los azotes recibidos. Se que está humillada por las palabras, avergonzada por su error, no me hace falta meter mi mano entre sus piernas para saber que está empapada. El castigo no puede existir sin explicación y sin comprensión por parte del castigado. Mis manos pellizcan sus pezones con fuerza mientras se disculpa y me dice que no volverá a pasar. Se que siente cada palabra que pronuncia.
Sonrío, ahora todo vuelve a su cauce, levanto su barbilla con la mano y nuestras miradas se cruzan. Puedo ver la adoración en sus ojos y mientras juego con mis dedos en su clítoris tembloroso, le digo:

—Ahora vamos a disfrutar los dos ¿Qué tal unos azotes?

Ella sonríe, conozco esa cara de perra en celo. Se coloca de nuevo sobre la mesa y ofrece una vez más sus nalgas a mis caprichos.

1 comentario:

  1. Un placer descubrir Tu blog a través de ese correo a Mi llum.
    También Te he enlazado porque Me parece muy interesante Tu blog :D

    Un abrazo Caballero
    S.S

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