Hay placeres evidentes y placeres sutiles. Hay placeres inmediatos y
placeres que se saborean lentamente.
Usar sin contemplaciones a la sumisa, tomándola como la propiedad que es,
de forma inesperada, sin más, produce un placer inmediato. El placer de usar y
el placer de ser usada. Un placer que a menudo es efímero y violento y muere
como una mariposa ante el fuego, dejando un instante de vacío, no obstante
también placentero. Es un tipo de placer que personalmente creo que no puede
servir como piedra sólida en la que asentar una relación de Dominio y sumisión,
pero que no solo es necesario en su justa medida si no que, además, es
recomendable para la educación de una sumisa..
Por el contrario siempre me ha producido un placer mayor, mas intenso y
duradero el disfrutar del momento anterior, sea este breve o de muchos días. La
preparación, jugar con su mente, hacer que tome iniciativas, que no sea solo
una máquina de esperar, que se prepare para el momento; que en esa preparación,
en ese decidir que ponerse, que perfume usar, como esperar a su Dueño, que
palabras decir ante él, o que silencio ofrecerle, sirva para que sea más
consciente de su entrega y de su sumisión. Para que sea aún más consciente
aunque este haciendo la tarea más monótona y cotidiana, de a quien sirve, y que
por ello no pueda evitar que su mente vuele excitada en todo momento y desee
sentir el calor de unas manos tomando su cuerpo, anhele los azotes, el ser
tomada o simplemente el estar ofrecida ante él, desnuda, mientras la ignora
como a un mueble. Un mueble humillado, encharcado, tembloroso y excitado.
De usarla sin más se obtiene ese placer inmediato, pero de paladear durante
días la idea de entrar en la habitación y verla ofrecida, sin saber lo que se
va a ver, de saborear en la mente el placer de inspeccionar, de premiar o
corregir el resultado, se obtiene un placer más sutil, más profundo que alcanza
su climax cuando se escucha ese delicioso gemido y temblor al rozar levemente
su clítoris con los dedos deslizándose entre sus labios para comprobar su
humedad.
Después es el momento de disfrutar de su cuerpo, de azotarlo, de follarlo,
de sacar de él todas las notas musicales, todos los gemidos, temblores,
lagrimas de placer y de dolor, de llevarla hasta sus limites, de hacer que
desee superarlos, de disfrutar de su entrega; una entrega sincera, directa, sin
concesiones, una entrega que no espera un premio, que simplemente disfruta de
ser un juguete en las manos de su Amo y de ver el placer en la mirada del Dueño
de su placer.
Y al fin el último sorbo de placer, decidir si se desea verla explotar o si
se desea negar ese orgasmo y disfrutar de verla caliente, muerta de ganas de
correrse y al mismo tiempo deseando estar así de caliente para siempre.
Una decisión difícil, sí. Pero una decisión sumamente placentera… todo está en la mente.
Acabo de escuchar y recordar a mi Daddy... tan maquiavélico Él... tan genial Él, para disfrutar por días lo anterior e incluso lo posterior a lo que desea conseguir...
ResponderEliminarSaludos desde Perú.