jueves, 7 de noviembre de 2013
Descuento en los últimos ejemplares
Este mes de noviembre los ejemplares de Caminos de sumisión serán
vendidos a 9 €, gastos de envío incluidos. Aprovechad la oferta y
haceros con los últimos ejemplares de la edición. Solo tenéis que
escribir al correo de la editorial (laplumadeseda@gmail.com) y os indicarán como hacer el pago.
viernes, 2 de agosto de 2013
16 ejemplares
Quedan solo 16 ejemplares de la edición en papel de Caminos de sumisión. Os avisó para que el que quiera encargarlos se apure en hacerlo, porque todavía no se si se hará o no una nueva tirada.
viernes, 26 de abril de 2013
Promoción hasta el 30 de Abril
Hasta el 30 de Abril de este año la editorial hace un descuento en la novela Caminos de sumisión. Este descuento consiste en no cobrar los gastos de envío dentro de España y en el caso de América en un descuento en el precio del libro de 4 euros. Los interesados pueden escribir a la editorial en el correo laplumadeseda@gmail.com
lunes, 22 de abril de 2013
A la venta en Palma
Me informan mis editores que ya hay ejemplares de Caminos de sumisión disponibles a la venta en Palma. Se pueden adquirir en la librería Tuareg llibres del món - situada en el Carrer del Bisbe Maura, nº 69, justo enfrente de la Escuela Oficial de Idiomas.
Me hacía ilusión que el libro estuviese disponible en Palma el día del libro y me apetecía mucho compartirlo con vosotros.
Me hacía ilusión que el libro estuviese disponible en Palma el día del libro y me apetecía mucho compartirlo con vosotros.
martes, 16 de abril de 2013
Escribir
Ayer una lectora me preguntó como iba el nuevo libro y cuando estaría
acabado. Parece una pregunta simple pero en realidad es complicada. A veces
escribo paginas de un tirón y a veces pasan días en los que lo que escribo no
tiene mucho sentido y lo dejo en una carpeta esperando a que madure, a que coja
vida o a que se pudra, porque la primera impresión era la correcta y no servía
para nada. No tengo ni idea de cuando lo acabaré, quizás en pocos meses o quizás
tarde mucho más tiempo. Tampoco se si será publicado, porque eso depende también
de cómo se venda Caminos de sumisión
y aunque las criticas de los lectores sean muy buenas, las ventas no son
precisamente alentadoras.
Hay cosas que no se pueden controlar y con las que hay que saber vivir. De
momento intento disfrutar de escribir o incluso del a veces desagradable placer
de escribir, cuando las cosas no salen bien y una frase o una situación se
niega a parecer natural y a no ir a su sitio correcto. Me gusta jugar con las
palabras, me gustan dominarlas, llevarlas a su sitio… ¿de qué me suena esto?
La implacable monotonía
La monotonía es un animal
hambriento y peligroso. Muchas relaciones D/s se rompen por la voracidad insaciable
de la monotonía, por la perdida de esas sensaciones especiales que se dan
cuando se inicia el proceso de aprendizaje. A veces la monotonía llega solo a
uno de los dos participantes y a veces son los dos los que se dejan llevar
siempre por la comodidad de hacer
siempre lo mismo o por la falta de imaginación del Dominante. Todo aquello que
antes tenía sentido empieza a ser algo que no ofrece más placer que el físico,
porque la monotonía se alimenta de nuestra mente, de nuestra capacidad de hacer
cosas nuevas y poco a poco esa luz que brillaba en nuestros pensamientos se va
relajando.
Imaginad por un momento a
una sumisa que recuerda únicamente sus últimos días o meses y que al acabar ese
periodo de tiempo se levanta un día como una tabla rasa en la que todo empieza
nuevamente de cero. Nuevamente vuelve a sentir esas sensaciones intensas de los
primeros días, nuevamente el Amo disfruta del placer de enseñar.
No me malinterpretéis, no
quiero decir con esto que fuese una situación ideal porque la repetición
continua atrae a la monotonía y porque disfrutar de lo que ya se ha enseñado a
una sumisa es algo sumamente placentero.
No, lo que quiero expresar es que lo
importante de esa imagen es su significado. La única forma de matar a la monotonía
y no dejar que entre en nuestras vidas es conseguir que la sumisa se sienta
cada día, por muchos años que pasen, como en los primeros en su aprendizaje. No
dejar de pensar en como guiarla, como sorprenderla, como estirar nuevamente de
la cuerda y tensar a la sumisa para que sienta y se sienta viva.
Sí, es agotador, pero
sumamente placentero.
lunes, 8 de abril de 2013
Extracto
Las dos mujeres
pasearon un rato hasta una parada de taxis. En el taxi fueron en silencio. El
taxista quería meter conversación a toda costa. Ella le preguntó si sabía si en
aquella zona había alguna tienda de animales.
—Hay una cerca,
tendremos que desviarnos un poco ¿quiere que las lleve?
—Sí, si es tan amable,
necesito comprar un collar para una perra.
Ana se sonrojó
consciente de que esa perra era ella y pensó que tenía que controlarse o él
taxista podría llegar a saberlo todo.
Era una preocupación
inútil, el taxista se dedicó a hablar con Alba y contarle cuantos los perros
tenía.
— ¿Usted tiene solo esa perra?
—No, también tengo un
perro, pero ese está muy bien entrenado. La perra en cambio es una cachorrita y
necesita que la enseñen.
—Disciplina, señorita,
siga mi consejo, los perros necesitan disciplina y saber quien manda. Si la
perra esa que tiene no es sumisa por naturaleza tendrá que imponerse con ella
ahora que es joven, porque si no después será mucho más difícil de controlar.
—No se preocupe,
seguiré su consejo, de todas formas me parece a mí que es bien sumisa. Pero
está bien saberlo.
— ¿No la tiene hace
mucho?
—Pues en realidad me la
han entregado hoy.
—Huy, pues disfrute,
porque cuando son cachorros es cuando mas se disfruta.
—Si, dígamelo a mí…
Ana se quería morir al
oír aquella conversación y notaba como los jugos de su sexo afloraban entre sus
labios.
Por Dios, que no manche
el vestido, pensó.
(Extracto de Caminos de sumisión)
domingo, 7 de abril de 2013
La humillación de pedir, el placer de decidir
No me gustan las maquinas de obedecer. Quizás deba explicarlo mejor, no me
gusta la actitud de una sumisa que se limita a esperar, que prefiere no pensar,
que considera que su una función es únicamente la de obedecer. Es demasiado fácil,
demasiado aburrido. Al principio es algo difícil para la sumisa, pero después se
convierte en un punto tranquilo, pasa a ser algo fácil el limitarse a obedecer,
a no pensar en esos momentos. Es más se puede convertir en algo tan placentero
que le haga olvidar la entrega para convertirse apenas en una forma de obtener
su placer personal.
Disfruto de la educación de una sumisa y no solo de su obediencia. Disfruto
de su vergüenza, de su humillación, de sus lágrimas y de su placer, de su
excitación y de su deseo. Y me gusta jugar con su mente, que sea consciente de
su entrega incluso cuando no estoy. Me gusta que piense y considero un placer
especial el ver como le cuesta expresar lo que desea. Porque para muchas
sumisas, si no para todas, lo fácil y cómodo es esperar las órdenes y lo
verdaderamente difícil y que hace que sean más conscientes de su condición, es
confesar y expresar con gestos o con palabras sus deseos y sentimientos.
¿Nunca habéis sonreído cuando un perro os trae en la boca, sin que se lo
hayáis pedido, una pelota porque desea jugar? Imaginad así a la sumisa, no solo
desea jugar, se muere de vergüenza de decirlo, de suplicar ser azotada, follada, que su Amo la use pasando de ella y de su placer. Imaginad al Amo cuando ve llegar a la sumisa con la pelota en la boca.
No solo sonríe al ver la actitud amistosa y juguetona del perro. Disfruta de
ver la excitación en la cara de la sumisa, su vergüenza, su humillación, la ansiedad
controlada de estar desnuda delante de su Dueño, de rodillas, con la cabeza
baja, sin poder hacer más que esperar a que él acepte o deniegue lo que le
ofrece y suplica. Notad al mirarla como siente por un lado el ridículo y por el
otro como nota que se humedece cada vez más. Imaginad el placer que siente el
Amo mientras se toma su tiempo pensando que hacer, jugar con ella, tenerla así
ofrecida y con su mente indefensa y abierta o ignorarla sin más, porque es su
poder el de decidir cuando, como y con quién. Pero, ¿no es verdad que ese poder
es infinitamente más placentero cuando ella se abre y suplica?
lunes, 1 de abril de 2013
En esos momentos de duda
A menudo sucede que el momento en el que la sumisa se encuentra más
indefensa y más sola es en los primeros momentos al iniciar su relación con un
Dominante. Puede parecer paradójico, pero muchas veces, sobre todo cuando es la
primera vez, ocurre que es precisamente
entonces cuando la sumisa tiene la cabeza un lío y puede llegar incluso a
abandonar y olvidar todo aquello que siempre había deseado. En esos momentos se
acumulan las preguntas y los miedos. El miedo a fracasar, el miedo a no estar a
la altura, el pensar que sus límites pueden hacer que él la deje, el no saber
como comportarse o como encajar todos esos sentimientos que llegan de una forma
inesperada. Es algo comprensible una vez que tiene que colocar todo nuevamente
en su vida. La entrega tiene consecuencias y unas de ellas es tener que asumir
una nueva forma de vivir y de convivir con los sentimientos.
En esos momentos lo más importante es no comerse esas preguntas, no asumir
sola esos miedos, esa confusión interior y pedir ayuda, hablar, explicar a otra
persona lo que se siente. Naturalmente hacerlo con su Dueño, porque él tiene
que saber lo que está pasando por la cabeza de su sumisa y porque la entrega
implica también sinceridad y abrirse al Dominante por mucho que cueste. Pero también
con otras sumisas o con algún Dominante amigo, porque todas esas cosas que se
sienten al mismo tiempo y que parecen difíciles de controlar, son sentimientos
que han sido vividos antes por otras personas y compartirlos con ellas que han
pasado por esa experiencia hace que todo vuelva a su sitio y que todo vuelva a
ser normal.
domingo, 31 de marzo de 2013
Solucionados los problemas con los botones de venta
Los problemas que ha habido en los últimos días en los botones de venta del libro Camino de sumisión están solucionados. Muchas gracias por haber avisado a la editorial del problema.
sábado, 30 de marzo de 2013
Actualización de puntos de venta
En la barra lateral se encuentran los links a las actualizaciones de los puntos de venta de Caminos de sumisión, en formato papel y ebook.
En formato papel el libro puede ser ya encargado en las páginas de librerías de Argentina, Mexico y Colombia, además de librerías de diferentes puntos de España.
En cuanto al ebook, ademas de poder ser encargado en la página de la editorial, en formato pdf o epub con personalización con el nombre del comprador, ya está también disponible en formato kindle en la página de Amazon.com, así como en las páginas de Amazón de España, Inglaterra, Canada y Brasil. Igualmente puede ser adquirido en formato pdf en la página de Lulu.com.
domingo, 24 de marzo de 2013
Recuerdo
La primera vez que la vi ya estaba entregada. Fue ella la que me pidió, casi como una súplica, que la primera vez que mis ojos viesen su cuerpo fuera desnuda, boca abajo sobre la cama, con los ojos vendados. Recuerdo la excitación al levantar el felpudo de una puerta desconocida, después de un largo viaje, y ver la llave que abriría mucho más que una puerta. Mucho más que esa puerta detrás de la que había una casa que olía a incienso y en la que sonaba una leve música. Esa misma casa que exploré tomándome mi tiempo, hasta encontrar su cuarto y verla allí entregada, nerviosa, y notarla temblar como una hoja al sentir mis dedos que rozaban levemente su espalda.
sábado, 23 de marzo de 2013
La privación de los sentidos
Es evidente el efecto que produce la anulación de los
sentidos en una sumisa. La venda en los ojos, unos simples tapones en los oídos,
el no saber que va a suceder o cuando va a suceder, el tiempo que ha pasado, todo
ello contribuye de manera especial a que sienta más, a que sea más consciente,
aún si cabe, a su condición.
Sin embargo siempre he creído que esa anulación de uno de
los sentidos es también especialmente interesante para un Dominante, en
determinadas circunstancias. Intentaré explicarme. Las primeras veces que he
hablado con una sumisa por teléfono, antes de conocerla en persona, o incluso después,
en los primeros momentos de la relación; el hecho de no ver su cuerpo, la
circunstancia de ver disminuida la cantidad de información que llega al cerebro
en forma de imágenes y tener que atender simplemente a la información que llega
a los oídos, ha hecho que sienta de manera especial a la sumisa. En esos
momentos un simple cambio en el tono de su voz al excitarse, un gemido que nace
sin poder ser contenido, el temblor en su voz ante lo inesperado o ante la
humillación, se convierten entonces en un placer especial que no hubiera sido
posible con la distracción de ver su cuerpo entregado.
Un Dominante debe contenerse a menudo y no dejarse llevar
por los sentidos y los deseos. La posibilidad de usar a la sumisa es tentadora
pero aun lo es más la posibilidad de conocerla hasta en sus más pequeños
detalles. Esos pequeños detalles y reacciones que permiten profundizar en su
doma y en su aprendizaje de una forma más completa y duradera.
lunes, 18 de marzo de 2013
Puntos de Venta
La editorial que ha publicado Caminos de sumisión ha llegado a un acuerdo para que la novela en papel pueda ser comprada también en diferentes puntos de venta, tanto de España, como de varios países en América. A medida que me indiquen esos puntos de venta os los comunicaré. El libro podrá ser adquirido en la página web de esas librerías y también podrá ser encargado en las propias librerías. La edición digital seguirá vendiéndose a través del link que hay en la barra de herramientas de esta página.
Aquí tendréis actualizados los puntos de venta del libro impreso: Puntos de venta
viernes, 15 de marzo de 2013
Placeres inmediatos y placeres sutiles
Hay placeres evidentes y placeres sutiles. Hay placeres inmediatos y
placeres que se saborean lentamente.
Usar sin contemplaciones a la sumisa, tomándola como la propiedad que es,
de forma inesperada, sin más, produce un placer inmediato. El placer de usar y
el placer de ser usada. Un placer que a menudo es efímero y violento y muere
como una mariposa ante el fuego, dejando un instante de vacío, no obstante
también placentero. Es un tipo de placer que personalmente creo que no puede
servir como piedra sólida en la que asentar una relación de Dominio y sumisión,
pero que no solo es necesario en su justa medida si no que, además, es
recomendable para la educación de una sumisa..
Por el contrario siempre me ha producido un placer mayor, mas intenso y
duradero el disfrutar del momento anterior, sea este breve o de muchos días. La
preparación, jugar con su mente, hacer que tome iniciativas, que no sea solo
una máquina de esperar, que se prepare para el momento; que en esa preparación,
en ese decidir que ponerse, que perfume usar, como esperar a su Dueño, que
palabras decir ante él, o que silencio ofrecerle, sirva para que sea más
consciente de su entrega y de su sumisión. Para que sea aún más consciente
aunque este haciendo la tarea más monótona y cotidiana, de a quien sirve, y que
por ello no pueda evitar que su mente vuele excitada en todo momento y desee
sentir el calor de unas manos tomando su cuerpo, anhele los azotes, el ser
tomada o simplemente el estar ofrecida ante él, desnuda, mientras la ignora
como a un mueble. Un mueble humillado, encharcado, tembloroso y excitado.
De usarla sin más se obtiene ese placer inmediato, pero de paladear durante
días la idea de entrar en la habitación y verla ofrecida, sin saber lo que se
va a ver, de saborear en la mente el placer de inspeccionar, de premiar o
corregir el resultado, se obtiene un placer más sutil, más profundo que alcanza
su climax cuando se escucha ese delicioso gemido y temblor al rozar levemente
su clítoris con los dedos deslizándose entre sus labios para comprobar su
humedad.
Después es el momento de disfrutar de su cuerpo, de azotarlo, de follarlo,
de sacar de él todas las notas musicales, todos los gemidos, temblores,
lagrimas de placer y de dolor, de llevarla hasta sus limites, de hacer que
desee superarlos, de disfrutar de su entrega; una entrega sincera, directa, sin
concesiones, una entrega que no espera un premio, que simplemente disfruta de
ser un juguete en las manos de su Amo y de ver el placer en la mirada del Dueño
de su placer.
Y al fin el último sorbo de placer, decidir si se desea verla explotar o si
se desea negar ese orgasmo y disfrutar de verla caliente, muerta de ganas de
correrse y al mismo tiempo deseando estar así de caliente para siempre.
Una decisión difícil, sí. Pero una decisión sumamente placentera… todo está en la mente.
VI Capítulo de Caminos de sumisión
Al día siguiente Alba se despertó temprano, excitada, como
si aquel orgasmo no hubiese sido suficiente para saciar todos aquellos orgasmos
anteriormente contenidos. Remoloneó un rato en la cama y después se levantó
para preparar el desayuno.
El señor le había dicho que no los molestase hasta las diez
y que entonces sirviera el desayuno en el jardín. No hizo falta avisarlos, los
dos bajaron puntuales. Él con pantalón y camisa, ella con un vestido por encima
de la rodilla. Estuvieron un rato hablando mientras desayunaban en el jardín. Después
dieron un paseo entre los rosales, mientras Alba recogía la mesa.
A las doce Alba fue a buscar las maletas. El señor estaba
en el porche, hablaba con Rosa y le susurraba algo al oído. Ella tenía las manos
en la espalda, no de forma muy acentuada, y sus labios estaban húmedos, sin
poder evitar mordisquear el labio inferior a cada momento.
Él tomó el cello y lo llevó hasta el coche. Ella mientras
tanto se acercó a Alba para despedirse, dándole dos besos muy, muy cerca de los
labios y casi inmediatamente le susurró al oído.
—Ha sido un placer, Alba. Espero que tengamos oportunidad
de conocernos mejor en otro momento y que puedas escuchar mi música, como ayer,
pero delante de mí... Será nuestro pequeño secreto...
Después de decirlo la miró brevemente, le hizo un guiño
pícaro y le sonrió.
—Tienes aquí mi tarjeta, si alguna vez vas por mi ciudad
estaré encantada de enseñarte, cosas…
Alba se quedó parada, sin saber qué decir e intentó
asimilar las palabras de Rosa. De inmediato se dio cuenta de que sonreía, esa
mujer tenía la virtud de hacerla sonreír.
—Gracias, señora, es muy amable conmigo.
El coche partió en dirección al aeropuerto y ella se
quedó sola en casa. En cierto modo tenía tanta vergüenza y miedo por que la
hubiese descubierto, como una sensación de libertad al saber que alguien más sabía
lo que sentía. Por un lado le aterraba que ella se lo contase a él, por otro se
moría de ganas de que él conociera todos sus deseos. Sin darse cuenta se había
enamorado de aquel hombre que no parecía hacerle mucho caso y también de su mundo,
ese mundo de dominación y de sumisión, que había penetrado tan dentro de su
mente. Entonces sintió la necesidad de saber más de Rosa, miró la tarjeta, se
sorprendió al ver que vivía en la misma ciudad en la que ella había crecido, y
reconoció la letra. Era la misma letra de la carta de la llegada de Clara y
también de una de las cartas que aun no había leído.
Subió rápidamente al desván, no podía esperar a que él
volviese del aeropuerto, buscó apresuradamente esa carta y comenzó a leer.
Quince minutos. La voz sonó
en la puerta entreabierta. La cara de la chica la miró fugazmente, sentada ante
el espejo, con los ojos cerrados y una melancólica sonrisa, mientras acariciaba
melosa su cello. Quince minutos. Cuántas veces escuché esas palabras en teatros
de todo el mundo, cuántas veces sentí en mi vientre los nervios antes de salir
y enfrentarme a miles de ojos curiosos y anhelantes. Y sin embargo este día no
era como otros. Largos años rechacé volver a tocar en esta ciudad, largos años
huyendo de ella. Mi mente no está en el camerino. Mis pensamientos están muy
lejos. Mis ojos entonces también estaban cerrados…
Yo tenía los ojos vendados y el cuerpo
desnudo, estaba sentada en un pequeño taburete, entre mis piernas expuestas y
abiertas, el cello, como un sonoro amante, unas pinzas lacerantes en los pezones,
y gemidos de placer que salían de la madera y de las cuerdas. Él siempre
sentado en el sofá, mirando, escuchando, disfrutando de verme, mientras bebía
una copa de vino.
—Haz gemir al cello, dale vida, que su sonido
sea lamento, placer, excitación, que su canto limpie el aire de esta sala.
Sonrió al recordar como se había sentido al
día siguiente, los pezones doloridos, el cuerpo excitado, las nalgas aún
resentidas, la manera en que tocó su viejo y querido cello en la clase de
música, sacándole por vez primera sonidos que de él nunca habían salido. Sí,
recordaba la cara de sorpresa del viejo profesor, la admiración, la fuerza que
nacía de su interior.
Dolía, dolía recordar todo esto, tan lejano
y tan cercano.
Cinco minutos. La voz viva y joven me hizo
entreabrir los ojos y mirar el cello. Hermoso, sensual, una pieza de museo, una
joya de artesanía que, con todo, cambiaría sin pensar por mi viejo cello. Dolor
nuevamente. Haberlo perdido de aquella manera. Tener que entregarlo, que
venderlo para pagar un viaje, una nueva vida, unas caras lecciones en un país
lejano. Mil veces intenté recobrarlo, mil veces su propietario se negó a vendérmelo.
Cada vez que llamé a sus abogados, cada vez que insistí con ellos, recibí un no
por respuesta. Rabia, la rabia de sentir que el idiota que lo poseía no era quizás
más que un amante de la colección, que deseaba tener el cello de alguien
conocido.
Primero me desnudo, y luego me visto con mi
ropa de escena, con un largo y amplio traje negro y, como siempre, dejo que la
seda acaricie mi cuerpo como un rito y que nada más que ese vestido acaricie mi
piel. Suspiro, no se por qué, pero siento el deseo de ofrecer, de dar; acaricio con mis manos dos
pinzas que él me regaló en forma de joyas de plata, con unas lagrimas pesadas que
caen, y las coloco en los labios de mi coño rasurado. Deseo sentir dolor,
placer, para poder sacar del cello todo lo que llevo en el alma.
La luz se desvanece lentamente en el centro
del escenario, mis ojos cerrados detrás del cello, siempre cerrados mientras
toco. Las notas que suenan y atraviesan el aire. El recuerdo de sus palabras que
se cruzan en mi mente y juegan con las notas.
—Tú serás mi cello —me dijo un día—. Sacaré
de ti cada nota, cada gemido, cada suspiro entre mis piernas, como el cello
entre las tuyas; serás mi vivo instrumento, mi fuente de placer, llorarás de
placer, de dolor, de angustia, sentirás y me harás sentir.
Mi mente está en blanco mientras toco, los
labios de mi coño ardiente con las joyas que cuelgan de de ellos, mis manos
llenas de vida mientras dan vida a la música de Bach. Mi mente está lejos, en
otro tiempo, en la misma ciudad.
En mi cuello llevaba una cinta negra, mis
ojos vendados con un pañuelo de seda, mi cuerpo desnudo mientras tocaba el
cello. Él siempre esperaba a oír en la calle los gemidos, las notas hirientes
que lo llamaban y deseaban. Después entraba y se sentaba para verme, para
escuchar mi música, y esperaba para hacer después de mí el más hermoso de los cellos.
Ahora los aplausos, los gritos, y yo
saliendo del escenario y entrando de nuevo a saludar, cuando en realidad todo
lo que deseo es estar sola y huir, volver a casa, a la vieja casa, echarme en
la cama y llorar, y tocarme, y sentir placer en lugar de hacer el paripé, atender
a todos, recibir las flores antes de poder huir hacia casa, cansada y melancólica.
Salgo del teatro, huyo de la gente que solo quiere estar a mi lado, le doy al
taxista la dirección de mi vieja casa, tanto tiempo abandonada, y tiemblo
mientras el coche pasa por calles conocidas hasta pararse delante del portal.
Abro con miedo la puerta de esa casa a la
que no he vuelto desde hace años, todo está igual, los mismos muebles, las mismas
cosas. Entró en la sala y me quedo inmóvil. Mi viejo cello está en el centro de
la sala desnuda, a su lado una silla y sobre ella un pañuelo, una negra cinta
de seda y un sobre cerrado, sin nada escrito por fuera, que abro apresuradamente,
rasgando el papel, muerta de ganas de leer lo que hay dentro.
«No tendría que haberme negado tanto tiempo a
venderte el cello. Lo compré como una ofrenda, para tener un hermoso recuerdo.
Sabía que no aceptarías mi dinero, que necesitabas partir para crecer como
música y que la única forma era romper el lazo que te unía a mi voluntad. Muchas
veces coloqué este cello en medio de la sala y escuché uno de tus discos,
recordándote a ti y recordando a Clara. Pero ahora nada de eso importa, esa
sensación de culpa por no haber aceptado tus propuestas de comprar de nuevo el
cello se ha ido. No podía permitir que supieses que era yo quien lo había comprado
hasta que volvieses a la ciudad. ¿Recuerdas? “No volveré a esta ciudad si no
es para ser tuya”, me dijiste y ahora has vuelto, tu camino ha pasado de nuevo
por esta ciudad.
Por eso
hoy te escuchado en el teatro. Por eso no esperé al acabar el concierto y vine rápido.
Por eso estoy ahora sentado en el banco que está debajo del viejo chopo y
espero allí, mientras noto la niebla fresca en la cara, el momento en que
sienta de nuevo la música y poder entonces entrar y volver a tocar mi cello.»
Lloré, tengo que confesar que lloré, lo
demás ya lo sabe mi Señor, lo demás lo ha visto al entrar: una dama entregada,
su perra, mi cuerpo desnudo y pinzado, que siente el dolor y el placer de esperar
mientras toco, hasta que mi señor decida que es el momento de usar su cello.
Alba saboreó
cada una de las palabras, deseó sentir todas esas cosas y, al recordar el breve
roce de los labios de Rosa en la comisura de los suyos, se sorprendió al
descubrir que la deseaba también a ella. Pero, sobre todo, supo en este mismo
instante que ahora deseaba más, necesitaba más.
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