Siempre he escrito,
siempre me ha gustado jugar con las palabras, crear situaciones en mi mente y
después convertirlas en frases sobre el papel, haciendo surcos, como un arado,
en la superficie blanca y vacía de las hojas.
Quizás por eso me gusta también tallar madera y quizás por eso también me gustaría trabajar con arcilla. Y también por eso entiendo la Dominación como un proceso y no como un objetivo, el proceso de modelar, educar a una sumisa, guiarla por un sendero disfrutando del viaje sin importar el destino.
Durante años escribí pequeños textos de ámbito bdsm, algunos llegaron al papel, otros se quedaron en mi mente. Hace muchos años compartí alguno de esos textos en una añorada lista de correo. Después todas esas imágenes e historias se quedaron un ámbito más privado.
Muchas veces mientras hablaba con mi sumisa comentábamos que algún día volcaría en un papel todas aquellas historias, pero ese momento, sin ningún motivo en especial, nunca llegaba a realizarse. Era como guardar un viejo trozo de madera rescatado de una playa y tenerlo durante mucho tiempo abandonado, hasta que un día te despiertas y ves en él una forma determinada. En ese momento es cuando vuelves a tallar, vuelves a escribir, y disfrutas de hacerlo porque en ese momento ha cobrado sentido hacerlo.
De la misma forma que durante un tiempo deje de escribir, un día todas aquellas situaciones e historias que pasaban por mi mente cobraron sentido y volví a sentir la necesidad de escribir, de disfrutar construyendo frases y situaciones.
Quizás por eso me gusta también tallar madera y quizás por eso también me gustaría trabajar con arcilla. Y también por eso entiendo la Dominación como un proceso y no como un objetivo, el proceso de modelar, educar a una sumisa, guiarla por un sendero disfrutando del viaje sin importar el destino.
Durante años escribí pequeños textos de ámbito bdsm, algunos llegaron al papel, otros se quedaron en mi mente. Hace muchos años compartí alguno de esos textos en una añorada lista de correo. Después todas esas imágenes e historias se quedaron un ámbito más privado.
Muchas veces mientras hablaba con mi sumisa comentábamos que algún día volcaría en un papel todas aquellas historias, pero ese momento, sin ningún motivo en especial, nunca llegaba a realizarse. Era como guardar un viejo trozo de madera rescatado de una playa y tenerlo durante mucho tiempo abandonado, hasta que un día te despiertas y ves en él una forma determinada. En ese momento es cuando vuelves a tallar, vuelves a escribir, y disfrutas de hacerlo porque en ese momento ha cobrado sentido hacerlo.
De la misma forma que durante un tiempo deje de escribir, un día todas aquellas situaciones e historias que pasaban por mi mente cobraron sentido y volví a sentir la necesidad de escribir, de disfrutar construyendo frases y situaciones.
Todas aquellas imágenes,
vivencia, recuerdos, experiencias, se convirtieron en una historia mayor y ese fue el momento adecuado de volver a escribir.
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