Hoy el sol entra en casa con fuerza. Por alguna razón ha venido a mi mente
una imagen, un recuerdo de un viejo apartamento. Yo estaba sentado delante del
ordenador, ella estaba desnuda, echada en el suelo, boca abajo a mis pies,
esperando a que acabase con lo que estaba haciendo o a que le diese una orden. El sol entraba por la
cristalera y calentaba su piel. Hacía poco que la había tenido en la terraza, a
cuatro patas, al sol, oculta en realidad de cualquier mirada, pero expuesta e
indefensa dentro de su mente.
Después la hice entrar gateando detrás de mi en la habitación.
—Échate boca abajo, sobre las baldosas —le dije
Mientras miraba la pantalla sabía que su piel se refrescaba con las
baldosas y que su interior se incendiaba cada vez más, humillada así ante mí, que deseaba que tirase de ella y la usase para mí placer.
Recuerdo que en ese momento decidí, que me apetecía mucho azotarla y follarla, pero que me apetecía mucho más salir a tomar un café a algún
sitio bonito y llevarla a mi lado, atada debajo de la ropa, sintiendo el apretar de una cuerda en su sexo, metiéndose en sus nalgas. Vestida por fuera como una dama y sintiéndose
mi puta por dentro.
Hoy el sol entra en casa en este atardecer y con él ha traído un viejo
recuerdo.
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