—Has nacido para servirme —le dije mirando sus ojos inquietos.
Una frase rotunda, absurda
en cualquier otra situación, pero que cobró sentido en la entrega que vi en su
mirada.
—Cada hombre que has
tenido, cada polla que te ha follado, cada mano que te azotaba te preparaban
para mi, porque siempre has sido mía. Eras mía cuando me buscabas sin conocerme,
eras mía, también, cuando no sabías lo que eras y para lo que habías nacido.
Las frases penetraron en
su mente, su cara se excitó, sus ojos azorados se inclinaron, su respiración se
aceleraba.
—¿Qué eres? Recita para mí
—le dije mientras pellizcaba con fuerza sus pezones.
—Soy su perra, soy su puta, soy su zorra, soy su esclava —repetía
ella como un mantra, una y otra vez.
—A tu posición —le dije, mientras disfrutaba de ver como
me ofrecía sus nalgas y su sexo.
—Soy su perra, soy su puta, soy su zorra, he nacido para servirle —repetía
ella, sin parar, mientras la usaba…
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